Ilustraciones: Manuel Petinal Infografias:
Francisco Castracane Conde
Con
la rendición de Cádiz ante las tropas
absolutistas, el 3
de octubre de 1823,
y la liberación del rey Femando
VII,
prácticamente termina la guerra entre absolutistas
o realistas y liberales o constitucionales, que
comenzó unos dos años antes con el levantamiento de partidarios
del absolutismo en muchos lugares de España. Los únicos combates importantes
de toda la campaña, fueron los que se
realizaron en el ataque y defensa de esta plaza. Con esta guerra se inaugura más
de un siglo de crueles enfrentamientos civiles
entre españoles.
ANTECEDENTES
el
l
de enero de
1820
Rafael del Riego, comandante de un batallón del Asturias, subleva en Cabezas de
San Juan las fuerzas que había allí acampadas, a la espera de ser embarcadas
rumbo a América para reforzar al ejercito que defendía
las posesiones españolas de los movimientos de
independencia. Esta sublevación estuvo instigada desde el principio por agentes
al servicio de Inglaterra, entre los que destaca Mendizábal,
a través de las logias masónicas dependientes de las inglesas. La política de
esta nación era opuesta a la española, apoyando con hombres, armas y dinero la
causa de los independentistas americanos, pese a
ser oficialmente aliada de España desde
1808.
Este levantamiento acabó con la última esperanza de socorro para las fuerzas
realistas que en América defendían con heroísmo y unos medios muy escasos el
pabellón español en aquellas lejanas tierras.
Este
movimiento, que desde el principio revistió un carácter revolucionario copiado
de la revolución francesa, triunfó dos meses más tarde. En marzo se proclamó
oficialmente la Constitución de Cádiz de
1812,
que el rey Fernando VII
se vio obligado a jurar. Con ésta sublevación se inicia un periodo denominado
"Trienio Liberal" o "Trienio Constitucional", que terminaría
en 1823
tras la toma de Cádiz por los "Cien Mil Hijos de San Luis".
Desde
un principio los gobiernos liberales tuvieron que hacer frente a la oposición
de un amplio sector de la sociedad española que
era partidario del absolutismo, oposición que fue en aumento a medida que se
radicalizaban los liberales, produciéndose continuos levantamientos realistas,
que eran reprimidos con una crueldad solo superada por la de sus oponentes. La
situación del rey Fernando
VII
era similar a la de Luis XVI
en la Francia revolucionaria, incluso su vida corrió serio peligro en varias
ocasiones. Las distintas facciones liberales estaban enfrentadas entre sí,
provocando continuos cambios de gobierno, incluso hubo momentos en que había
simultáneamente dos gobiernos de facciones enfrentadas. El desgobierno se
manifestaba en todas las ramas de la administración, la política agraria -(la
agricultura era la base de la economía española)-
y la gestión financiera eran desastrosas. Toda esta situación hacía que los
descontentos aumentaran de día en día, nutriendo las filas
de los absolutistas y de los que opinaban que la única salida a esta situación
era la intervención extranjera.
El
rey ante esta situación solicitó la ayuda de las potencias absolutistas que
formaban la "Santa Alianza": Francia, Austria, Rusia y Prusia,
que en el Congreso de Verona, celebrado entre
octubre y noviembre de 1822,
acordaron la intervención del ejercito francés para restituir a Fernando
VII en
sus derechos. La razón de esta intervención no estuvo en un generoso interés
por el monarca español, sino por el peligro de
contagio a otras naciones europeas del régimen
político imperante en España, en el que veían una reedición del
revolucionario francés de 1789,
y por otra parte pretendia los franceses adquirir
un prestigio militar del que carecía el régimen borbónico ante el recuerdo de
las hazañas de Napoleón.
A
primeros de enero de 1823
las potencias de la Santa Alianza, envían una nota al gobierno de Madrid en la
que exigen el cambio de régimen, que es rechazada con energía.
Las distintas facciones liberales abandonan sus luchas internas y se
inician los preparativos para hacer frente a la previsible intervención militar
extranjera. Ante esta respuesta el rey de Francia, Luis
XVIII,
anuncia al Parlamento la invasión de España por cien mil soldados franceses,
los "Cien Mil Hijos de San Luis".
PRIMERAS
OPERACIONES
ante
la inminente entrada de los franceses en España, el rey es trasladado a Sevilla
el 20
de marzo, con escolta de la milicia nacional de Madrid, poco después le seguían
las Cortes.
El
7
de abril de 1823
los "Cien Mil Hijos de San Luis" cruzan los Pirineos, van al mando de
Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, heredero de la corona de Francia,
que fue nombrado generalísimo del ejercito francés y del de los absolutistas
españoles, llevaba como jefe de estado mayor al general Guilleminot, antiguo
bonapartista. Son 107.500
hombres, 86.000
de infantería y 21.500
de caballería, con 8o piezas de artillería, organizados en cuatro cuerpos de
ejercito y uno más de reserva. Estas fuerzas están divididas en: l división
de la guardia real, 11
divisiones de infantería -(una de ellas de españoles al mando del conde de
España)- y 6
divisiones de caballería, de las que una era de coraceros. Los jefes de estos
cuerpos eran respectivamente los mariscales: Oudinot, conde de Molitor, príncipe
de Ho-heniohe, Moncey y de la reserva el general Bordesoulle. Era un ejercito
bien instruido, convenientemente equipado y con una moral alta, y a diferencia
de los napoleónicos, que hicieron del pillaje, el robo y la violación norma de
conducta, los "Cien Mil Hijos de San Luis" se presentaron como
libertadores, respetando a la población que les acogió con entusiasmo.
Tres
de estos cuerpos y la reserva cruzan por el Bidasoa, al mando directo del duque
de Angulema, donde encuentran a doscientos liberales franceses y de otras
nacionalidades al mando de Armand Carrel que pretenden disputarle el paso, y que
son dispersados a los primeros cañonazos. El cuarto cuerpo de ejercito, con
26.500
hombres, pasa directamente a Cataluña a las ordenes del mariscal Moncey. Nada más
cruzar la frontera se unen a los franceses
35.000 absolutistas
españoles al mando de los generales Quesada y barón de Eróles, formando el
que se llamó "Ejercito de la Fe" que desde meses antes combatía a
los liberales, principalmente en Navarra y Cataluña.
Los
constitucionales disponían de unos
130.000
hombres, 50.000
en diversas guarniciones y 80.000
como fuerza de maniobra. Estaban distribuidos en los ejércitos de: Aragón
—general Ballesteros—, Cataluña —general Espoz y Mina—, Centro
—general 0'Donnell, con los generales Castelldosrius, Zayas y Villacampa— y
de Asturias y Galicia —general Morillo, con los generales Quiroga, Palarea y
Roselló—. El ejercito liberal era de una calidad mediocre, estaba formado en
su mayoría por reclutas llamados a filas a toda prisa, mal instruidos y
pobremente equipados que por añadidura eran absolutistas en su mayoría,
mientras que oficiales y sargentos eran liberales. Solamente eran fiables unas
pocas unidades del ejercito permanente y algunas de la milicia nacional, brazo
armado del partido constitucional. Como muestra del estado del ejercito sirva un
informe, de poco antes de la entrada de las tropas francesas, sobre la fuerza de
que constaba la caballería, con arreglo a él el numero de hombres de que debía
constar según las plantillas era de
18.018,
disponían de menos de la mitad
8.468
y con tan solo 4.680
caballos.
El
plan de los liberales era eminentemente defensivo y consistía en resistir en
las plazas fuertes, mientras columnas volantes operaban sobre el enemigo
amenazando sus comunicaciones, sin empeñarse en combate en toda regla. Se
trataba de ganar tiempo para que la población se sublevara contra el invasor
francés, como en la pasada guerra de la Independencia, no contaban con que las
circunstancias habían cambiado y la mayoría del pueblo en esta ocasión estaba
a favor de los franceses, a los que no veían como a invasores, sino
libertadores que venían a restablecer el orden y el régimen absolutista del
que eran partidarios.
Los
constitucionales se retiraban ante el avance de los franceses sin oponer prácticamente
resistencia. En ocasiones las unidades se disolvían por efecto de las
deserciones, hubo otras en las que se sublevó la tropa y entregaron a su jefe
al enemigo, en fin salvo en algunas plazas fuertes no hubo combates dignos de
tal nombre.
PREPARATIVOS
PARA LA DEFENSA
La
entrada del rey en Cádiz tuvo lugar el 15 de junio, disolviéndose la regencia
provisional al declarar que la incapacidad del rey hay terminado. Inmediatamente
comenzaron los preparativos para defender la isla del León del ataque de los
realistas. Se pensaba resistir en Cádiz, considerada inexpugnable por el éxito
de la defensa contra las tropas napoleónicas diez años antes, para dar tiempo
a que se levantara el pueblo nuevamente contra los franceses y reeditar el éxito
de la guerra de la Independencia. No contaban con las sustanciales diferencias
que existían ahora respecto a la pasada contienda: en primer lugar la cantidad
y calidad de las tropas con que contaban los defensores en
1823
era muy inferior a las de 1810,
el dominio del mar en esta ocasión no era de los sitiados sino de los
sitiadores y el pueblo español ahora estaba a favor de los franceses.
Las
fuerzas liberales se agruparon en el que denominaron "Ejercito de Reserva
de la Isla del León" que disponía de unos efectivos útiles para la
defensa de unos 11.000
hombres de infantería, algo menos de
400
de caballería, unos 1.000
artilleros y 250
zapadores, de ellos eran del ejercito permanente alrededor de
4.500
y el resto de milicias, de las ultimas solo eran fiables los tres batallones de
la milicia nacional de Madrid y un batallón de la de Sevilla, en total unos 1.300
hombres. Estas tropas estaban formadas en gran parte por reclutas incorporados
recientemente, que no habían tenido tiempo de recibir la instrucción
necesaria, hasta el punto que había unidades que solo eran útiles para
servicios de guarnición. El estado de disciplina de algunas unidades no las
hacia aptas para estar en el frente y las opiniones políticas de gran parte de
los soldados eran más favorables a la causa de los sitiadores que a la de los
constitucionales. Las deserciones estaban a la orden del día. Del mando de este
ejercito se hizo cargo inicialmente el general don Gaspar de Vigodet.
Inmediatamente
se iniciaron los trabajos más urgentes para la puesta en estado de defensa de
las fortificaciones utilizadas en el anterior sitio de
1810,
y la construcción de alguna nueva. El esquema defensivo utilizado era el mismo
prácticamente que el de la Guerra de la Independencia, que tenía como limites
en líneas generales: el caño de Sancti Petri, el del Zurraque, el arsenal de
la Carraca y el canal del Trocadero en la península de Matagorda.
Como
primera medida el día 16
se reforzó la guarnición de San Fernando con cuatro batallones de la milicia
activa, que junto con los 2
batallones de la milicia local, tres compañías del regimiento de la Reina y
dos del 6°
batallón de infantería de marina que ya se encontraban en la plaza, tomaron
posiciones en los puntos más importantes del dispositivo defensivo, dando
comienzo a la reparación de las fortificaciones. Por otra parte se enviaron
hombres y material a la península de Matagorda para establecer la línea del
Trocadero, que ya había sido iniciada en
1812
nada más levantar el sitio los franceses, para evitar la repetición de los
bombardeos de Cádiz que desde este punto se realizaron en la guerra de la
Independencia. El día 17
se enviaron dos destacamentos, uno formado por el tercer escuadrón de artillería
a caballo sin piezas y otro por cincuenta caballos de la milicia de Madrid, a
cortar los puentes de Arcos, la Cartuja y Puerto de Santa María, así como a
destruir el castillo de Santa Catalina de esta ultima población.
La
dirección de las obras de la línea de San Fernando se le encargó al teniente
coronel de ingenieros don Domingo Rancel. El estado de las obras defensivas era
de un total abandono, siendo necesarias en la mayoría de ellas importantes
reparaciones, las únicas fortificaciones que en aquel momento disponían de
artillería eran las baterías de Urrutia y del Portazgo. En un principio se
habilitó lo más urgente para garantizar la seguridad del dispositivo
defensivo, para posteriormente perfeccionarlo.
Los absolutistas avanzaban con rapidez para sorprender a los liberales antes de terminar sus preparativos y para impedir la entrada de víveres en Cádiz. En esta guerra, además, el bloqueo por mar impediría la entrada de barcos en la ciudad.
El
19
de junio el mando de la defensa dividió el frente de Cádiz en cuatro zonas,
que comprendían: la primera la península de Matagorda con la línea del
Trocadero, la segunda la Carraca y las defensas del puente de Zuazo y del
Portazgo, la tercera abarcaba desde éste punto hasta Torregorda y la ultima la
ciudad de Cádiz y sus defensas inmediatas. Para la defensa de cada una de ellas
se asignó una brigada.
Se
recibieron noticias el 21
de junio de que el ejercito francés se encontraba en Cabezas de San Juan, cerca
de Jerez, y marchaba precedido de los absolutistas españoles que se encontraban
ya en esta población, por lo que se activaron los preparativos de la defensa.
No llegarían a Puerto Real hasta el día
24,
ocupando esta población, el Puerto de Santa Maria y Chiclana y algunas de las
baterías utilizadas en el anterior sitio iniciando de inmediato las obras
necesarias para su puesta en estado de defensa.
El puerto de Cádiz se encontraba bloqueado por una división naval francesa al mando del contralmirante Hamelin, integrada por un navio, dos fragatas y algunos barcos menores. Los constitucionales carecían de fuerzas navales con que oponérseles, solamente disponían de lanchas armadas con obuses o cañones aptas para operar en los caños y en la bahía y de algunos buques mayores en muy mal estado, por lo que aceleraron la entrada de víveres en la plaza a través del caño de Sancti Petri, antes que el numero de franceses aumentara y fueran capaces de impedirlo. Llegaron a introducir víveres para seis meses.
PRIMERAS
OPERACIONES EN TORNO A CADIZ
el
primer encuentro
entre los bandos opuestos tuvo lugar el mismo día de la llegada de los
franceses a Puerto Real, en que desalojaron a una pequeña fuerza constitucional
que acudió a ocuparla procedente de la guarnición del Trocadero.
Al
día siguiente nombran los constitucionales jefe de las fuerzas de mar y tierra
al teniente general de la armada don Cayetano Valdés, que había sido uno de
los miembros de la regencia provisional creada al declarar la incapacidad del
rey.
Los
absolutistas venían al mando del general Borde-soulle con la misión de
interceptar las comunicaciones de Cádiz con el interior. Las fuerzas que
llegaron en un primer momento se iban incrementando gradualmente con la llegada
de nuevas unidades. Ante la presencia cada vez mayor de tropas francesas en
Chiclana y sus alrededores, los constitucionales sitúan una reserva en Campo
Soto, con objeto de acudir a cualquier punto de la línea que pudiera resultar
amenazado.
El
4
de julio los liberales efectúan varios reconocimientos de la línea francesa
para conocer la fuerza y situación del enemigo, destruir edificios que pudieran
ser de utilidad a los sitiadores y de paso foguear a la tropa, que en su mayoría
no había entrado en combate. Partieron los constitucionales desde la batería
del Portazgo y desde el Campo de Urrutia. La que partió del Portazgo iba hacia
el Molino de Ocio y estaba compuesta por dos compañías de granaderos y otras
dos de cazadores de infantería de línea y una de granaderos y otra de
cazadores de voluntarios de Madrid, una compañía de caballería y media de
zapadores, apoyados por varias lanchas cañoneras que navegaban por los caños.
La columna con origen en el Campo de Urrutia estaba formada por el tercer batallón
de voluntarios de Madrid y media compañía de zapadores, cruzaron el caño de
Sancti Petri en botes hacia la zona de Casas del Coto. En todos los puntos los
franceses se retiraron precipitadamente al advertir la presencia de los
liberales, por lo que no llegó a establecer contacto ninguna de estas columnas
que pudieron hacer las destrucciones convenientes sin ser molestados por el
enemigo.
Bibliografía:
RISTRE: Revista de Historia Militar de España y Latinoamerica